¿Y si hacer menos fuera lo más valiente? Una reflexión sobre el cansancio.

Hace poco entendí algo importante: no sabía cuán cansada estaba… hasta que paré y descansé.

Durante años estuve en movimiento constante. Nuevas oportunidades laborales, decisiones valientes, fundar una empresa, cerrar ciclos personales, mudarme, emprender, compartir más mi trabajo. Todo eso fue hermoso, pero también exigente. A eso se sumaron duelos profundos —la pérdida de mi hermana y de mi papá— que siguen removiendo muchas capas internas.

Felizmente, tenía buenas herramientas que me ayudaron a cuidar mi salud mental: meditación, terapia, alimentación relativamente sana, disfrute cotidiano… pero llegó un momento en el que todo eso no alcanzaba. No era burnout clínico, pero sí un agotamiento emocional y mental después de una etapa larga de muchos retos juntos y constantes.

Y entonces decidí parar.

No fue fácil. En un mundo que premia estar siempre haciendo, parar puede sentirse hasta revolucionario. Me veo expuesta a una presión constante de hacer, de ser profesionales exitosos, buenas parejas, hijos, padres, saludables, creativos, actualizados, emprendedores, empáticos. Como muchos, hay un lado mío que quiere hacerlo todo. Y en esta oportunidad, noté que me sobrecargue  en el intento de hacerlo.

Lo que descubrí es que el cansancio no siempre se manifiesta como un bostezo o ganas de dormir. A veces aparece como malestar físico, dificultad para escuchar, falta de foco, o un deseo de hacer más sin saber para qué. En mi caso, esa necesidad de hacer, de cumplir, venía muchas veces de un impulso más profundo: el deseo de sentirme valiosa, útil.

Luego apareció algunas preguntas: ¿qué pasa si paro? ¿Qué es lo peor que puede pasar si descanso un momento? ¿Estoy haciendo tanto porque es realmente necesario o estoy buscando cumplir una lista interminable de tareas y exigencias que yo misma me pongo? ¿Estoy realmente descansando cuando descanso?

Estas son preguntas que me cambiaron la perspectiva. Me ayudaron a entender que descansar también es parte del trabajo diario. Que atender el cansancio a tiempo no solo previene el agotamiento, sino que puede hacernos más claros, más creativos, más humanos.

Me di cuenta que esto era fundamental para todos los que enseñamos, lideramos equipos y acompañamos a personas. Y me pregunté: ¿cómo respondemos al cansancio de otras personas? ¿Cómo podemos acompañar a otros a cuidarse y saber cuándo y cómo descansar?

Ahora que he vuelto después de un receso, recuerdo estas preguntas y me estoy animando a:

  • Hacer pausas durante el día y prestar atención a señales de cansancio.

  • Cuando planifico mis actividades, cuestionar el tiempo que implican y recordar que puedo hacer cosas pero sin tanto apuro.

  • Incluir momentos de descanso. El descanso puede ser diverso, puede ayudarnos con el cansancio físico, mental o emocional, y puede incluir pequeñas cosas para estar presente y disfrutar. 

  • Recordarme que puedo ser suficiente y valiosa, aún si no logro nada en el día, y que lo más valiente y amable a veces es parar.

  • Compartir y empezar a hablar con más personas de esto, animarme a acompañar y ser acompañada en esta búsqueda de un ritmo más saludable,

Si sientes mucho cansancio o presión, quiero decirte que estás solo. Y a la vez no tiene que ser así todo el tiempo, podemos aprender juntos.

Quizás, esta reflexión también sea para ti.

¿Qué necesitas hoy para descansar un poco más profundamente?

Patricia Cabrerizo (17/07/2025)

¿Y si no hacer tanto fuera lo más valiente?

Una reflexión sobre el cansancio.